Ante tu puerta...
Las yemas de mis dedos besan su picaporte,
una ráfaga helada perturba cada movimiento de mi mano. Abro al fin, esperando
verte. Aún tu llanto, tu llamada, llegan a mi mente, a mi oído, hasta juraría
que estas a mi lado en este mismo instante repitiéndome todo.
Atravieso la entrada, buscando tus lágrimas,
pero nada... Paso por el living, la cocina… mis pies se humedecen a cada paso,
a pesar del frío que reina en el ambiente. Trato de apaciguar mi mente, sigo mi
marcha, el comedor, una luz tenue, sillas vacías y desordenadas, como si
hubiese habido una fiesta. “Debe estar en su cuarto, tratando de olvidar sus
penas con el sueño”, me dije a mi mismo. Penetro en el pasillo, todo es
silencio, todo es negro excepto la esperanza. Mi alma salta ante un crujido, me
doy vuelta rápidamente, tu gato cruza el pasillo y desaparece ante los muros.
Al fin en frente mío tu cuarto, todo se hace
eterno, la puerta parece estar a kilómetros de mí, no creo poder alcanzarla...
Al fin la alcanzo, abro ansioso y
lentamente...
En tu
cama sábanas, arrugadas, todo se pinta en tu sangre, que parecería crujir en la
noche, tu pálido cuerpo, y la negra soledad. Todo se acaba, y mi vida también,
junto a tu sangre, por siempre dormiré…